Los restos de la noche despiertan, episodios de locura aquelados se repiten con cierta frecuencia; empieza todo en los mismos ahíes, recuerdos de primeras veces y veces en cuandos amándose en griego; tacones sin mujer corriendo por la banqueta, sonidos desesperados.
La cama, la ventana, el cuarto, la parálisis del miedoso estatua, el zumbido que no duerme jamás y la voz seca que nunca logra gritar, como tirando sólo alma por la boca; entes encima arañando el pecho, vuelan pedazos como hojas de papel a medias tintas negras.
Pensar ha sido el inicio de todo inicio que ha sido pensado, de ahí se configura l’alma, las estructuras partidas de las almas, los cambios de razones ausentes, sin mucha dicción ni saberes ni bienes ni martirio ni muchas palabras, de manera extraña y paulatina.
Las otras tantas noches despiertas las cosas extrañas vienen y se largan; abiertos los ojos, la piel y el oído, sensaciones volando suelos, invasión de respuestas sin cuerpo; acercándose los algos encimeros se rompen las sábanas cadenas, batalla ganada y final perdido.
La noche que sigue ocurriendo va más allá de lo que la dejan irse, mueve los puntos, los logros y las huídas, la valiente averigua los pocomás y los apesares de la gula del curioso que no se sacia.
Pesadillas del cuando nocturno, isla de piedra y frío mar de sudor; gritando el nombre de aquel que es venerado, en aquellos sueños de la mente más profunda, la lluvia desvanece, golpe a golpe, lo que fue.
Este perfil es tierra sin árboles y llana, a veces pantanosa, situada generalmente entre montañas, del Mann in der Ebene.
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